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¿Qué hacer cuando mi hijo va a recibir la Primera Comunión?

El ser humano posee cinco dimensiones que tiene que desarrollar o formar a lo largo de toda su vida: inteligencia, voluntad, cuerpo, afectividad y trascendencia. En este artículo hablaré sobre esta última. De las cinco, considero que es la más importante. Específicamente, me refiero a la educación en la fe dirigida a los niños de 8 años, sobre la cual compartiré un poco mi experiencia en el colegio Los Álamos.

La dimensión trascendente se relaciona con el alma espiritual del hombre. Los padres de familia tenemos la obligación de educar a nuestros hijos en este ámbito tan preciado, pero lo dejamos de lado por ignorancia o porque somos nosotros mismos los que nos aferramos a nuestra comodidad tal vez apartada de la misma fe.

Leía en un texto: “La fe es lo único verdaderamente importante que se les puede transmitir a los hijos, pues es lo que da sentido último a nuestra existencia”. Para ello no se necesita tanto, como dar charlas o cátedras a los hijos; lo mejor es el testimonio personal. Son los mismos padres los que deben enseñar con el ejemplo: “Fray ejemplo es el mejor predicador”. Para los hijos, la oración y todos los hábitos de piedad tienen un valor significativo si lo ven practicar a sus padres, y eso es lo que espera Dios de nosotros.

La Primera Comunión

A estas alturas del año estamos finalizando la Catequesis para la Primera Comunión de los niños del 3° grado, en el colegio Los Álamos. Quedando pocos días para recibir por primera vez el sacramento de la Confesión, hago la siguiente pregunta: ¿No bastaría acaso que los hijos vean salir del confesonario a los padres con alegría, para que la fe se haga más fuerte en su corazón? Si los hijos vieran a los padres con frecuencia recibir dicho sacramento, estarían llevando incluso la mejor lección del sentido de humildad y generosidad por parte de ellos. ¡Ojo! Es bueno pensar cuál es la forma más pedagógica de transmitir la fe a los hijos, pero lo mejor es que los padres nos empeñemos por buscar nuestra propia santidad.

¿Qué acciones deben tomar los padres del 3° grado en estos días?: reforzar los hábitos de piedad. Por ahora, prepararles para la Confesión y animarles a hacerlo, luego, con frecuencia. Con respecto al amor a la Virgen, pueden acordar con ellos rezar tres veces el Ave María por las noches, tal como lo indica el Catecismo. Primero, rezar con ellos; luego, dejar que lo hagan solos, con la libertad plena de querer hacerlo y no por imposición.

Sobre la oración personal, digan a sus hijos que, cuando recen al Señor, pidan por ustedes porque los aman mucho y que sean generosos encomendando a los demás: sus hermanos, los abuelitos, los tíos, algún familiar enfermo, etc.

Por otro lado, pueden apoyarse en las frases que nos enseñó el Beato Álvaro, dirigidas a Jesús: “Gracias, perdón y ayúdame más”.

En el Colegio, les hemos enseñado a bendecir los alimentos y rezar el Ángelus al mediodía, que esto sea el punto de partida para que se practique también en casa.

También, recordar la urbanidad en la piedad. Cuando vayan a la iglesia, de a pocos ir corrigiendo posturas, mantenerse en silencio, arrodillarse en el momento de la consagración y recordarles por qué lo hacen, saludar al Santísimo con una genuflexión y con respeto y cariño. Ofrecer la Misa por algún ser querido. Todo esto ayudará a fortalecer su fe y a tener a Dios como parte importante de su vida personal.

Doctrina y virtudes

Uno de los ámbitos de atención dentro de la educación en la fe es la vida de piedad en familia, como ya hemos visto. Los otros dos son la doctrina y la educación en virtudes.

¿Por qué la doctrina? Porque muchos de nosotros debemos haber experimentado alguna vez que una vida de piedad sin doctrina es vulnerable ante el acoso intelectual del entorno social. Estos acosos sufrirán sus hijos si es que no llevan esa formación apologética profunda y práctica; claro está, siempre acorde a su edad. Para ello, saben que cuentan con la currícula que el Colegio ofrece.

La educación en virtudes también es importante porque si hay piedad y doctrina pero poca virtud, ellos acabarán pensando y sintiendo como viven y no como les dicte la razón iluminada por la fe. El hecho de educarles en la exigencia personal, el empeño en el trabajo, el orden, la templanza, la generosidad, entre otras, impulsa al niño por encima de sus apetitos materiales.

Somos testigos de que, en esta sociedad, al educar a los hijos con poca o ninguna exigencia –nunca se les dice “NO”–, buscando satisfacer todos sus deseos, se está formando a un niño esclavo de sus propias pasiones: un niño sin libertad. Frases que escuchamos a los profesores como: “Haz tu tarea”, “mantente en silencio”, “no comas durante la clase”, “ordena tus cosas”, “faltan 5 minutos para que vayas a tomar agua y creo que puedes esperar”, etc., son detalles pequeños que refuerzan este tipo de educación.

Cuando converso de este tema con padres de familia, algunos justifican que esta condescendencia viene del cariño, pero también es cierto que viene del querer ahorrarse el esfuerzo de educar con rectitud.

Espero haber ayudado un poco al respecto. Una verdad fuerte para muchos papás que vienen por primera vez al colegio es decirles que los hijos no son nuestros, sino de Dios. Como dice San Josemaría: “Cada hijo es una muestra de confianza de Dios con los padres, que les encomienda el cuidado y la guía de una criatura llamada a la felicidad eterna”. Nos compete a nosotros los papás ayudarlos a encontrar ese camino.

Prof. Iván Castillo Plácido

Coordinador de Primaria

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